En el blog de este mes nos centramos en un estudio realizado con estudiantes universitarios de grados CTIM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) en EE. UU. que muestra como cuanto más se identifican como “científicos”, mayor es su tendencia a ver al público como “deficitario”; necesitado de guía y conocimiento. Sin embargo, este efecto desaparece cuando los estudiantes no perciben la sociedad como una amenaza para la ciencia. ¿Qué significa esto para la práctica de la comunicación científica?
Introducción: darle la vuelta a la mirada
Desde la comunicación científica solemos mirar hacia fuera: cuál es la percepción social de la ciencia, qué barreras ideológicas, culturales o socioeconómicas influyen en la confianza, o cómo el público procesa la información que recibe. Es mucho menos habitual hacernos la pregunta inversa: ¿cómo percibe la comunidad científica a la sociedad?
Esta es, precisamente, la aportación del investigador Alex Kirkpatrick (Washington State University y Cornell Engineering), que en su artículo Scientist versus nonscientist: identity, threat, derogation and agreement with the knowledge deficit hypothesis among STEM students in the US analiza cómo quienes se identifican como “científicos” entienden al público y se relacionan con él.
El modelo del déficit: una hipótesis persistente, pero errónea
El llamado modelo del déficit ha marcado durante décadas la comunicación pública de la ciencia. Parte de una premisa sencilla: si el público no confía, no entiende o no sigue recomendaciones científicas es porque “no sabe suficiente”. Y la solución sería proporcionar más información para llenar ese déficit.
Sin embargo, la evidencia empírica ha mostrado repetidamente que esta hipótesis es débil. Personas con alta alfabetización científica pueden rechazar consensos sobre el cambio climático o las vacunas en base a su ideología, identidad o valores. La asunción de que más conocimiento equivale automáticamente a mayor confianza o aceptación es, como mínimo, incompleta.
Kirkpatrick da un paso más: sugiere que el problema refleja cómo la propia comunidad científica percibe al público. Y que esta percepción está mediada por la identidad profesional y la sensación de amenaza externa.
Identidad científica: pertenencia y privilegio
La identidad profesional no es neutra. Formar parte de la comunidad científica significa compartir una forma de pensar, una trayectoria educativa y un estatus social que, históricamente, ha estado marcado por privilegios de clase, género o etnia.
El estudio con alumnado de grados CTIM en EE.UU. muestra que cuanto más fuerte es la identificación como “científico/a”, mayor es la tendencia a ver a los “no científicos” como un grupo homogéneo y deficitario. Es decir, no como personas diversas con experiencias distintas, sino como un colectivo ignorante que necesita ser “corregido” mediante educación científica. De esta forma, la comunicación puede adoptar un tono condescendiente, correctivo e incluso despectivo, que reforzará la distancia entre ciencia y sociedad.
Los datos del estudio revelan otros patrones interesantes: la identificación con la comunidad científica es más fuerte entre las personas blancas, coincidiendo con investigaciones previas en el contexto estadounidense. Sin embargo, no se detectaron diferencias significativas entre mujeres y hombres, lo que podría reflejar un cambio respecto a estudios anteriores. Estos hallazgos subrayan que la identidad científica también está atravesada por factores sociales y de pertenencia que conviene tener en cuenta.
Por otro lado, el alumnado de ciencias naturales (biología, física, química y ciencias de la Tierra) manifestó una mayor identificación con el grupo de “científicos” que los de otras disciplinas CTIM (matemáticas, ingeniería, informática o computación). Esto podría estar relacionado con el estereotipo del investigador de bata blanca que trabaja en un laboratorio o el físico excéntrico.
La amenaza como factor decisivo
Pero la investigación revela un matiz clave: el vínculo entre identidad científica y adhesión al déficit desaparece si no se percibe al público como una amenaza.
Kirkpatrick distingue entre dos tipos de amenaza:
- Realista: vinculada a recursos, financiación, seguridad o estabilidad profesional.
- Simbólica: relacionada con valores, creencias o formas de pensar.
Cuando el personal investigador no percibe al público como una amenaza, ni real ni simbólica, la identidad científica no se traduce en visiones negativas del público. En cambio, cuando existe la sensación de que la sociedad cuestiona las recomendaciones, los valores o la financiación de la ciencia, la identidad grupal refuerza el sesgo deficitario.
Implicaciones para la práctica: del déficit al diálogo
El hallazgo tiene consecuencias importantes para quienes trabajamos en comunicación científica.
- El modelo del déficit refleja dinámicas identitarias y transmite una visión condescendiente de la ciudadanía. Adoptarlo no solo refuerza la separación entre “ciencia” y “sociedad”, consolidando percepciones de superioridad, sino que además puede resultar ineficaz e incluso contraproducente: genera desconfianza, resentimiento y alimenta la percepción de amenaza mutua.
- Para contrarrestar estas dinámicas, se recomienda un enfoque de diálogo: promover interacciones genuinas entre la comunidad científica y la sociedad, reconocer el conocimiento y experiencia del público y generar espacios de encuentro que reduzcan la percepción de amenaza. Como señalan las teorías de la comunicación intercultural, el contacto frecuente entre grupos disminuye la hostilidad y aumenta la confianza. Aplicado a la ciencia, esto implica diseñar proyectos y actividades donde el personal investigador y la sociedad colaboren en pie de igualdad, desde proyectos de ciencia ciudadana real hasta formatos deliberativos.
- Finalmente, es importante deconstruir el estereotipo del científico blanco, excéntrico, de bata blanca tanto fuera como dentro de los espacios propios de la ciencia. Ofrecer una visión más amplia e inclusiva de la ciencia, los científicos y las diversas aplicaciones del método científico.
