En mayo de 2025, durante el congreso PCST en Aberdeen, Massimiano Bucchi (Univ. de Trento) y Mike S. Schäfer (Univ. de Zúrich) presentaron un ensayo que acaba de publicarse en la revista Public Understanding of Science.
El 13 de marzo de 2021, todos los miembros de la Universidad de Berna recibieron un correo electrónico en el que se instaba al personal académico a no poner en peligro la confianza pública en la universidad, a distinguir claramente sus opiniones de los hechos y a debatir cuestiones científicas complejas en publicaciones y conferencias académicas en lugar de en las redes sociales. Además, se aconsejaba tener en cuenta los intereses de la universidad cuando se comunicaba de cara al público. Este comunicado desató un controvertido debate que llegó a las noticias y las redes sociales, con investigadores denunciando censura y la violación de su libertad académica.
No es un caso aislado. A partir de entrevistas, casos reales y literatura especializada, Bucchi y Schäfer identifican las tensiones más frecuentes entre instituciones científicas y su personal investigador cuando ambos comunican en el espacio público.
Un ecosistema cambiante: las raíces de la ficción
Los autores sitúan los conflictos en un ecosistema complejo definido por cambios sociales recientes:
- La creciente importancia de la comunicación científica, ya que los hallazgos científicos son relevantes para abordar retos a nivel individual, organizativo y social.
- Las reformas de las universidades han reforzado el liderazgo organizativo en la educación superior y su capacidad para actuar estratégicamente.
- Con el auge de la “tercera misión” de las universidades, existe una presión creciente para que la ciencia demuestre su relevancia e impacto social.
- El drástico cambio de los ecosistemas comunicativos, con la erosión de los medios tradicionales y el auge de las redes sociales, lo que ha facilitado el acceso directo a públicos no expertos por parte investigadores e instituciones científicas.
Cada vez más, la comunicación construye reputación, moldea la percepción pública y fortalece la marca de las instituciones de investigación; impulsando incluso la idea de “una institución, una voz.” Pero estas instituciones son entidades complejas en las que el personal investigador goza de una gran autonomía, lo que dificulta la evaluación o incluso el control de la comunicación.
Aunque las y los científicos individuales reciben incentivos para comunicar por parte de sus organizaciones y de entidades financiadoras, o incluso de periodistas, hay que tener en cuenta que pueden llevar “diferentes sombreros” y actuar como miembros de universidades, expertos en disciplinas específicas, líderes de asociaciones científicas, asesores en paneles políticos e incluso ciudadanos que participan en el debate público. Además, muchos investigadores comunican por razones estratégicas como mejorar su visibilidad, reforzar su reputación o aumentar sus citas.
Mapa de tensiones entre comunicación institucional y personal investigador
- Reputación institucional vs. libertad académica
¿Debe primar un mensaje institucional único o respetarse el derecho de cada científica o científico a opinar libremente? - Lealtad institucional vs. autonomía individual
¿Hasta dónde debe cada investigador o investigadora alinearse con la línea estratégica de su institución? - Neutralidad científica vs. compromiso político
¿Puede una experta o experto posicionarse en debates sociales o políticos (ej. cambio climático, salud pública, DDHH) sin que se cuestione su objetividad? - Comunicación mediada vs. comunicación directa
¿Debe todo mensaje pasar por el gabinete de prensa de la institución? - Visibilidad individual vs. competencia interna
¿Cómo gestionar que algunos “influencers de ciencia” o determinadas áreas de investigación acaparen la atención y recursos de la organización? - Comunicación estratégica vs. divulgación espontánea
¿Hasta qué punto puede una institución influir en cómo, cuándo y qué comunican los científicos y científicas sobre sus hallazgos? - Asesoría experta vs. responsabilidad legal y ética
¿Hasta qué punto puede el personal investigador comunicar, o incluso asesorar, sin exponerse a consecuencias legales o dilemas éticos?
Cómo responden las instituciones y el personal investigador
Las organizaciones científicas pueden lidiar con estas tensiones de diferentes formas:
- Reequilibrando la comunicación individual que consideran vergonzosa con una comunicación más articulada e intensa sobre cuestiones relacionadas.
- Fomentando una comunicación más prudente y coordinada ofreciendo formación, asesoramiento y apoyo en comunicación.
- Ejecutando sanciones o incluso fomentando que determinados perfiles abandonen sus puestos de trabajo. Última opción, muy poco frecuente.
Por su lado, las respuestas del personal investigador también pueden variar, pudiendo optar por:
- Criticar abiertamente las respuestas institucionales, actividades comunicativas, o a sus propias organizaciones.
- Abandonar la institución, o autocensurarse (abandonar su posición) cuando son conscientes de posibles controversias comunicativas.
Recomendaciones prácticas para una política de comunicación colaborativa
Para transformar estas tensiones en oportunidades comunicativas, los autores proponen que las instituciones de investigación desarrollen políticas de comunicación que reconozcan la pluralidad de voces dentro de sus comunidades a la vez que proporcionen orientación sobre cómo gestionar los posibles conflictos.
Resumimos algunas claves que pueden guiar la acción en universidades y centros de investigación:
- Distinción clara entre comunicación institucional e individual: mientras que en la comunicación institucional oficial es necesario un mensaje unificado, también se debe proteger la diversidad de pensamiento y el debate abierto entre opiniones expertas. Para fomentar esta diferenciación, se puede animar a los investigadores a etiquetar sus opiniones personales con disclaimers.
- Gobernanza compartida de la comunicación: se podrían crear comités mixtos (profesionales de la comunicación, investigación y gerencia) para definir y revisar políticas y protocolos de comunicación.
- Formación, apoyo y asesoramiento continuo para el personal investigador: en cuestiones de ética, responsabilidad legal y buenas prácticas en comunicación.
- Impulso de una cultura de confianza y entendimiento mutuo: aunque las instituciones científicas necesitan gestionar su imagen pública, deben reconocer que la credibilidad científica se basa en la transparencia, el debate y el libre intercambio de ideas. Instituciones y personal investigador deben considerar la comunicación como una responsabilidad compartida para garantizar que la ciencia siga siendo una voz fiable dentro del debate público.