El proyecto europeo POIESIS estudia la interrelación de la integridad científica, la participación ciudadana en la investigación y la confianza en la ciencia. También explora el papel de las instituciones en el fomento de un clima de investigación que propicie esta confianza.
Uno de los objetivos del proyecto es definir, a escala europea, en qué medida y cómo las instituciones pueden proporcionar políticas y procedimientos que permitan al personal investigador actuar para fomentar la confianza pública en la ciencia. Para ello, el proyecto realiza acciones de investigación participativa, entre los que se incluyen una serie de grupos focales cuyos resultados acaban de publicarse.
Se han realizado 21 Grupos Focales en los 7 países del Consorcio (Dinamarca, Reino Unido, Francia, Alemania, Portugal, España y Grecia). En los debates participaron docenas de profesionales de la investigación y comunicación científica.
La mayoría de los participantes sugirieron que no existe una crisis general de confianza en la ciencia. El discurso de una crisis de confianza entre la ciencia y la sociedad no sólo puede ser empíricamente falso, sino también contraproducente, creando artificialmente mayor distancia entre ciencia y sociedad. Sin embargo, sí se identificaron retos complejos relacionados con la confianza. Algunos de estos desafíos son las prácticas de investigación cuestionables o perjudiciales, la comunicación científica irresponsable, el papel de minorías ruidosas que promueven la desconfianza, o la influencia de intereses privados y políticos.
Los participantes se mostraron relativamente divididos sobre los efectos de la participación pública en la ciencia. En algunos casos, los mecanismos de participación se perciben como un menoscabo del valor de la autonomía científica. Por otro lado, aunque la participación de los ciudadanos y la sociedad civil en la co-creación de agendas y contenidos de la investigación hace que ésta sea más relevante, esto depende de otros factores. Así, aunque los mecanismos participativos deberían permitir un diálogo en profundidad entre la ciudadanía y comunidad científica, se señala que en la práctica no es así.
En los grupos focales también se subrayó el riesgo de utilizar la participación de forma superficial. Se considera que la ciudadanía suele participar en la fase posterior de la investigación (recogida de datos), pero sin intervenir en el diseño de la investigación ni tener acceso a los debates iniciales que contribuyen a configurar el proceso de investigación o el tipo de preguntas formuladas. Además, cuando un proceso participativo no cumple su promesa central de tener en cuenta la opinión y aportaciones del público, es comprensible que genere desconfianza entre la ciudadanía.
También se hizo hincapié en la importancia de fomentar la participación real de todos los sectores de la sociedad y no sólo de los grupos acostumbrados a interactuar con la comunidad científica.
Los participantes coincidieron en que el fomento de una cultura de la participación requiere una movilización de todos los agentes de la «cadena de mediación». En concreto, se pide un papel más activo de las instituciones a la hora de apoyar el desarrollo de proyectos participativos por parte de la comunidad científica.
En cuanto al papel de las instituciones en la promoción de la integridad y la integración sociales, parece esencial que cada organización científica identifique los imperativos morales contradictorios a los que somete a su personal.Por ejemplo, en lo que atañe a los derechos de intercambio de datos, el problema no es tanto la ausencia de códigos, sino la confusión derivada de la proliferación de diferentes códigos. Existe una necesidad global de normalización, armonización y coordinación. Finalmente, subrayan que cualquier acción institucional será ineficaz si no se coordina a escala nacional, teniendo en cuenta el contexto de cada país, y europea.