En mayo del año pasado un joven estadounidense de 18 años condujo hasta un barrio humilde de la ciudad de Búfalo, se bajó de su coche en el aparcamiento de un supermercado y disparó a a varias personas. Después entró en el supermercado y siguió disparando. Diez personas afroamericanas fueron asesinadas durante el ataque.
Al día siguiente, la investigadora en biología evolutiva y genética de poblaciones de la Universidad de Brown, Sohini Ramachandran, se horrorizó al descubrir que entre las 180 páginas del manifiesto racista que el terrorista publicó antes de cometer la masacre se incluía la figura de uno de sus papers.
La apropiación de investigaciones por parte de movimientos que fomentan la discriminación no es nueva ni un hecho aislado
Un análisis reciente de más de 5.000 publicaciones del foro online en inglés 4chan muestra que el despliegue de memes inspirados en investigación científica para justificar posiciones racistas ha aumentado de forma constante en los últimos seis años.

En 2019, Benjamin Neale, genetista del Instituto Broad y co-autor de un estudio publicado en Science sobre la genética del comportamiento sexual entre personas del mismo sexo, escribió una carta reclamando que se eliminara una aplicación online con referencias a su estudio denominada ‘How gay are you?’. Aunque el estudio de Neale determinó que “es básicamente imposible predecir la actividad sexual o la orientación de una persona por su genética”, la aplicación prometía analizar los resultados de las pruebas de ADN de los usuarios y calcular la probabilidad genética de ser gay. La preocupación en torno a esta aplicación fue aún mayor por el hecho de que su desarrollador residía en Uganda, un país en el que los homosexuales son perseguidos y pueden ser condenados a cadena perpetua. Lo cierto es que los datos de este mismo estudio también se han tergiversado en sentido contrario para promover terapias de conversión, argumentando que si la orientación sexual es una elección, puede modificarse. Parece, por tanto, que el personal investigador se encuentra en una trampa de la que es imposible escapar, ya que siempre habrá alguien que distorsione los datos según su propia agenda comercial o ideológica.
Aunque recientemente muchos científicos han insistido en explicar que su investigación es incompatible con interpretaciones de este tipo; e instituciones, sociedades y revistas científicas han publicado declaraciones denunciando el mal uso de la investigación para fomentar la discriminación, algunos académicos y revistas continúan explotando la ciencia para promover estas ideas. Todo ello ha alimentado un debate creciente sobre la responsabilidad social de la investigación y cómo hacer las cosas de manera distinta podría ayudar a escapar de esa trampa.
¿Cómo tener en cuenta los impactos sociales negativos de la investigación sin sobrepasar los límites de la censura?
Aunque no hay una respuesta fácil, una de las conclusiones que parece derivarse de casos como los anteriores es que, en lugar de limitarse únicamente a difundir sus resultados, la comunicación social debería dar forma a cómo se lleva a cabo dicha investigación desde el inicio. La conversación con los grupos que pueden verse afectados es clave para reducir los riesgos. El propio Neale apoya ahora adoptar una visión más amplia y sistemática de cómo los científicos piensan sobre los temas de investigación: “La forma en que usamos resultados como estos no debe ser decidida unilateralmente por los científicos. Esas conversaciones son importantes y deben ocurrir a niveles sociales”.
El debate implica también reflexionar sobre las limitaciones de las regulaciones éticas existentes a la hora de proteger a las personas que sin ser sujetos de la investigación pueden verse perjudicadas por ella, lo que se conoce como el riesgo del espectador ("bystander risk"). Más allá de que los marcos éticos deben evolucionar a medida que lo hacen la ciencia y la tecnología, el riesgo del espectador también abre una cuestión relevante para la comunicación científica: ¿debería la forma en que se comunica una investigación formar parte de sus consideraciones éticas?
Algunos meses después del ataque de Búfalo, Ramachandran publicó un comentario en Nature junto a otros tres investigadores afirmando que los genetistas deben repensar cómo realizan sus investigaciones y cómo las comunican: "Desde nuestro punto de vista, si afirmamos que la investigación genética contemporánea en su conjunto es incompatible con las interpretaciones racistas, pero reconocemos que los estudios de genética humana podrían fomentar interpretaciones racistas, entonces algo está mal en la forma en que estamos realizando esos estudios y comunicando los resultados".