Ni de Marte ni de Venus: cómo superar clichés sexistas en la comunicación científica

Cómo enmarcamos la comunicación de la investigación tiene consecuencias
Imagen de la Agencia SINC.
Imagen de la Agencia SINC.

El encuadre de la información cambia nuestra percepción

Nuestra manera de percibir el mundo depende mucho de cómo se nos presenta la información. A su vez, esto tiene consecuencias en nuestras actitudes y comportamientos, es lo que se conoce como el “efecto marco”, “de encuadre” o “framing.

Con frecuencia el framing se usa de manera intencionada con un objetivo persuasivo, por ejemplo, en la publicidad. También es relevante en la comunicación científica a la hora de fomentar que las personas sigan una determinada medida de prevención, como el uso de mascarillas durante la pandemia de COVID-19, o que se movilicen frente al cambio climático. Dado que no existe la información sin marco, cuando nuestro objetivo es dar información clara sin persuadir también deberíamos tenerlo en cuenta. En la comunicación de riesgos, por ejemplo, facilitar información con un encuadre positivo (informar sobre la tasa de supervivencia de un tratamiento médico) frente a uno negativo (tasa de mortalidad) puede modificar decisiones de gran importancia para las personas.

 

La comunicación científica sobre diferencias de género puede reforzar el sexismo

La atención a la diferenciación sexual en la investigación tiene implicaciones positivas. La investigación biomédica ha tomado históricamente los cuerpos masculinos como la norma, lo que ha desfavorecido a las mujeres con respecto a los diagnósticos y el tratamiento médico. Sin embargo, la forma en que se lleva a cabo y se comunica gran parte de la investigación sobre la diferenciación sexual ha sido y es objeto de intensas críticas.  

Aunque mujeres y hombres somos abrumadoramente similares, a menudo la comunicación de la investigación se realiza poniendo énfasis en las diferencias entre sexos y con una visión esencialista de estas diferencias. Así, es mucho más probable encontrarnos afirmaciones como “Hay una diferencia del 10% en la distribución de las puntuaciones de mujeres y hombres en la capacidad de rotación mental” que con su versión alternativa: “Hay una superposición del 90% en la distribución de las puntuaciones de mujeres y hombres en la capacidad de rotación mental”.

Este tipo de información enmarcada en las diferencias puede activar la creencia, común en nuestra cultura, de que hombres y mujeres son radicalmente distintos. Además de su inexactitud, el énfasis en las diferencias puede resultar dañino. La investigación en psicología social muestra que pensar que los sexos o grupos poblacionales son muy diferentes puede aumentar los sesgos raciales o de género. Además, después de encontrarse con explicaciones biologicistas sobre estas diferencias, las personas tienen más probabilidades de aceptar  la desigualdad  y comportarse de manera discriminatoria.

 

Rastreando la cadena de comunicación

"Un estudio confirma algunos tópicos de las diferencias entre hombres y mujeres", “Por qué los hombres leen mejor los mapas”, “El cerebro de las mujeres está mejor preparado para hacer varias cosas a la vez”, “Las mujeres son pésimas aparcando”. Estos son algunos de los titulares que en 2013 siguieron a la publicación en PNAS de un estudio neurocientífico que afirmaba encontrar diferencias en la conectividad cerebral de hombres y mujeres. Entre otras cuestiones, el artículo fue criticado por presentar la información de manera sesgada al hacer extrapolaciones injustificadas de los datos o no proporcionar datos que ayudasen a evaluar el tamaño de las diferencias y, por tanto, poder confirmar las conclusiones de los autores.

Un análisis publicado en la revista PLOS ONE siguió el recorrido de la investigación de PNAS desde su publicación científica inicial, pasando por la nota de prensa emitida por la universidad, hasta su recepción en los medios de comunicación, comentarios de los lectores y publicaciones en blogs. El análisis documentó cómo la difusión del estudio se había utilizado para reafirmar creencias culturales existentes sobre los roles de género.

Por ejemplo, aunque el artículo científico original no informó de ningún dato conductual, en él los autores especulaban que sus resultados de neuroimagen respaldaban algunas diferencias de género en la cognición y el comportamiento (por ejemplo, explicando las habilidades sensoriomotoras supuestamente superiores de los hombres y la "intuición" de las mujeres).

La nota de prensa, que en gran medida influyó en los enfoques y el encuadre de la cobertura mediática posterior, fue más allá al describir la investigación como una validación de los estereotipos de género y vincularla con diferencias de comportamiento nunca mencionadas en el artículo original. Por ejemplo, la supuesta afinidad de las mujeres por la "multitarea" y la crianza de los hijos, frente a la mayor racionalidad de los hombres.

Algunos medios de comunicación también se apartaron del artículo científico y la nota de prensa incluso relacionando la supuesta diferencia cerebral con la distribución social del trabajo. Algunas de las características más cuestionadas de la cobertura mediática, como la afirmación de que los datos explicaban la mayor afinidad de las mujeres por la crianza de los hijos, aparentemente estaban alimentadas por citas que los propios investigadores habían proporcionado a los periodistas.

Por su parte, aunque las plataformas digitales pueden proporcionar un espacio para la crítica y facilitaron un debate matizado sobre las implicaciones sociales de la investigación, también fueron un espacio para comentarios misóginos y sexistas.

El análisis indica que se aprovechó la autoridad de la ciencia para presentar los estereotipos de género tradicionales como hechos verdaderos, biológicamente inevitables y socialmente legítimos.

 

Comunicar de forma responsable

Comunicar ciencia siempre implica un componente ético. Como ya hemos explorado en publicaciones anteriores, las decisiones sobre qué datos científicos comunicar, cuándo, cómo y a quién reflejan valores y tienen consecuencias. Este hecho adquiere especial relevancia cuando la ciencia está relacionada con una decisión individual o política controvertida, o afecta a comunidades históricamente marginadas.

Más allá del framing, existen otras muchas cuestiones que pueden afectar a cómo la comunicación impacta en la sociedad y que deberíamos tener en cuenta en una comunicación responsable. El proyecto "Noise in Neuroscience", liderado por la neurocientífica Gina Rippon, publicó cinco directrices de buenas prácticas para la comunicación responsable de la investigación sobre las diferencias de sexo/género que puedes encontrar en nuestro apartado de recursos.